Nació en San José de la Esquina, Santa Fé, en 1895. Ejerció como docente universitario en La Plata y Bahía Blanca. Su obra literaria se inicia en la poesía: Oro y piedra, 1918, Nefelibal, 1922 (premio Nacional), Motivos del cielo, 1924, Argentina, 1927 (premio municipal de Buenos Aires), Títeres de pies ligeros. Humoresca, 1925, (premio Nacional). Su obra poética fue recogida en un volumen titulado Poesía en 1947.
Incursionó en el cuento y en el teatro, escribiendo también sobre sus contemporáneos como Leopoldo Lugones y Horacio Quiroga. Pero donde su talento se muestra más hondo y certero, más profundo y vivo, es en sus ensayos, que darán identidad definitiva a su labor literaria. Procede de la creación poética y ello le da un manejo fluido, lírico y profundo del idioma con el que expondrá su pensamiento.
En 1933 se conoce Radiografía de la pampa que gana el premio Nacional y es recibida con admiración y también con reservas por su relevamiento del pasado y su recelo acerca del futuro. En 1940 La cabeza de Goliat, intenso recorrido por la hipertrofia de Buenos Aires, reanima la polémica, desnudando otro de los mitos nacionales al mostrar a la gran urbe sobre sus verdaderos basamentos débiles y arbitrarios.
Continúan sus ensayos con Sarmiento, 1946, Muerte y transfiguración del Martín Fierro, 1948, exhaustivo estudio sobre nuestra mayor obra gauchesca y El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, 1951. En la década del 50 sus libros pierden ascendiente ante las nuevas formas de interpretar el devenir social. Sorprende entonces que su Análisis funcional de la cultura sea laureado con la primera entrega del premio Casa de las Américas que otorga la república de Cuba. Viaja a recibir dicho premio y permanece dos años en la isla en donde escribe Martí sobre la vida y obra del poeta y patriota cubano.
A su regreso publica un ensayo sobre Balzac y deja escritos trabajos sobre música y ajedrez. Fallece en Bahía Blanca el 3 de noviembre de 1964.
Con Ezequiel Martínez Estrada, Argentina pierde a su más lúcido ensayista del siglo XX. Autodidacta independiente, poseedor de un gigantesco patrimonio cultural, es también el paradigma del coraje y la honestidad intelectuales. Trabajó largos años en el Correo Central hasta su forzada jubilación en la década del 40. No ejerció cargos políticos ni tampoco compartió el elitismo de los escritores del grupo Sur al que perteneció y del que fuera separado a su regreso de Cuba. Su pasión sustancial, y muchas veces dolorosa, fue su patria, con su génesis y su destino sobre los que siempre polemizó contra las interpretaciones facilistas.
Se lo ha tildado de escritor amargo y pesimista por sus revelaciones y vaticinios, pero hoy, a más de sesenta años de escritos, sus ensayos mayores pueden repasarse en su realismo esencial y comprobarse sus sagaces diagnósticos.
José Luis Toledo