VIDA DE RICARDO GÜIRALDES
El trece de febrero de l886, en casa de sus abuelos Guerrico, nace Ricardo Güiraldes. Es el segundo hijo del matrimonio de Manuel Güiraldes y Dolores Goñi y lleva el nombre de los médicos que asistieron el nacimiento: Ricardo Gutiérrez y Guillermo Udaondo. En 1887 la familia viaja a París donde residirán los siguientes cuatro años y donde nace el hijo menor José Antonio. Ricardo y sus hermanos, Manuel y José Antonio, hablan usualmente el francés, siendo para ellos el español como una segunda lengua.
En 1890 regresan a la Argentina que atraviesa por entonces una fuerte crisis económica y donde, ese mismo año, tiene lugar la Revolución del 90. Ricardo vive en casa de sus abuelos Güiraldes en el actual barrio de Caballito durante el otoño y el invierno y el resto del año en la estancia de su padre “La Porteña” en San Antonio de Areco .
Las familias de sus padres son antiguos vecinos de la zona, ya que un bisabuelo de su madre ha sido el fundador del pueblo. Es entonces que conoce allí al personal de la estancia, entre otros Víctor Taboada, José Hernández, Ramón Cisneros, Crisanto Núñez y Nicasio Cano, quienes le impresionan y causan admiración. En esos días comienza a escribir una suerte de diario de la vida en la estancia que él mismo ilustra.
Se educa con institutrices, hasta que en 1897 es puesto bajo la dirección educativa de Lorenzo Cevallos, un notable ingeniero mejicano exiliado en nuestro país. El asma lo obliga a permanecer dos años en Quequén. Finalmente en 1904 se recibe de bachiller e ingresa en la carrera de Arquitectura. Es entonces cuando comienzan sus lecturas de Nietzsche, Spencer, Dickens, Darío, Balzac, Zola, Flaubert y otros importantes autores que influirán en su formación intelectual. Luego, para profundizar el idioma castellano, lee autores españoles como Bécquer, Espronceda, Campoamor y otros.
En 1905 cambia la carrera de Arquitectura por la de Derecho y trabaja en un juzgado. Los aplazos, unidos a su poco interés, hacen que abandone sus estudios. Tampoco toma los trabajos que le ofrecen y se va interesando cada vez más en la literatura, para preocupación de su padre. En esa época predomina el modernismo y Lugones es el autor argentino de mayor prestigio, aunque, desde principio de siglo otros importantes autores como Almafuerte, Carriego y Payró aportan estilos diferentes que son aceptados por las nuevas generaciones. A la vez, en el panorama político han surgido desde fines del siglo anterior nuevas fuerzas como el radicalismo, el socialismo y el anarquismo.
Poco antes de la celebración del Centenario en 1910, Ricardo viaja a Francia con su amigo Roberto Levillier, lo que trae desavenencias familiares ya que su padre es por entonces intendente municipal de Buenos Aires donde se realizarán las grandes celebraciones por los cien años del 25 de mayo de 1810. El viaje, empero, es importante para el futuro escritor, quien ya en Granada, camino a Francia, comienza a hacer anotaciones que serán borradores de El cencerro de cristal y principalmente de Raucho. Desde París y en compañía de su amigo Diehl realiza un viaje por Europa y Oriente que incluye Italia, Grecia, Constantinopla, Egipto, India, China, Japón, Rusia y Alemania.
Cuando regresa, su padre no desea costear su vagabundeo y por ello, Ricardo se refugia un tiempo en casa del escultor Alberto Lagos. Transcurre para él una época de desaliento en la que poco y nada escribe. Posteriormente declarará que en París había decidido convertirse en escritor.
Hacia 1912 en Buenos Aires integra un grupo de artistas y escritores que se reunen en el taller de Alejandro Bustillo. El grupo lo integran Diehl, Lagos, Victoria Ocampo, Alberto Girondo y otros. Allí se relaciona con Adelina del Carril , con quien se casa en 1913.
Luego del casamiento la pareja va a la estancia “La Porteña” que esta dirigida por entonces por don Segundo Ramírez. En él, Güiraldes encuentra su personaje dentro del ambiente que conoce y quiere entrañablemente. Entre sus Cuentos de muerte y de sangre ,ambientados en escenarios rurales hay uno protagonizado por Don Segundo.
En 1915 somete a juicio de Lugones los citados cuentos y El cencerro de cristal en el que conviven prosa y verso. El consagrado autor le solicita más trabajo, especialmente de puntuación. En el curso de ese año aparecen ambos libros. Es criticado por “El cencerro” donde, como dijimos, alternan prosa y verso, cosa a la que el ambiente literario del momento no estaba acostumbrado. No obstante, visto retrospectivamente, algunos consideran a Güiraldes precursor de formas expresivas nuevas. Varios de los cuentos habían sido publicados, a instancias de Horacio Quiroga en la revista “Caras y Caretas”. Tampoco los Cuentos de muerte y de sangre tienen buena recepción y Güiraldes, decepcionado, arroja a un pozo en “La Porteña” las ediciones casi completas de los dos libros.
En 1916, con su esposa Adelina y con Alfredo González Garaño y su mujer, viaja por el Pacífico hacia las Antillas. Las anotaciones que hace durante toda la travesía dará origen con el tiempo a la novela Xaimaca. De regreso completa la redacción de Raucho, iniciada en 1910 en Granada y que se publica en 1917. También escribe en 1917 lo que él llama “un capricho teatral” que Adelina le aconseja no publicar. Luego, con González Garaño trabajan en un ballet que llamarían Caaporá y que no llega a concretarse por la enfermedad del bailarín Nijinsky a quien habían apalabrado para representarlo.
En 1918 publica en “El cuento ilustrado” que dirige Horacio Quiroga una novelita que se titula Un idilio de estación y que más tarde se editará con el título de.Rosaura.
Luego de la guerra vuelve a París con su esposa. Trabaja mucho en Xaimaca y se trata con el escritor Valery Larbaud, a quien admira y que le brinda su amistad. Larbaud está en contacto con los grandes escritores franceses de ese tiempo como Gide, Saint John Perse, Claudel y otros a los que lo presenta, escribiendo además un artículo sobre Ricardo Güiraldes en “La Nouvelle Revue Francaise” en el que le augura un destacado papel en la literatura del nuevo continente. Estimulado por Larbaud y varios escritores, Güiraldes toma conciencia de su valor como literato.
Tras un viaje a Mallorca, los Güiraldes regresan a París donde Ricardo escribe los diez primeros capítulos de Don Segundo Sombra. Al fin, en 1920 retornan a la Argentina. Ya en el país pasan un mes en la estancia de Dolores y Ricardo recorre los cangrejales que le inspiran un poema y un capítulo de Don Segundo Sombra.
Entre 1921 y 1922 escribe los Poemas solitarios, de los cuales tres se publicarán en Proa y el resto póstumamente. A fines de 1922 se publica Rosaura. Entre 1923 y 1924 continúa con Don Segundo Sombra y por intermedio de Oliverio Girondo se relaciona con Cané, Vignale, Borges, Brandán Caraffa y otros escritores. A fines de 1923 se publica Xaimaca.
Comienzan por entonces a aparecer nuevas publicaciones en las que colaboran escritores consagrados y noveles. Se forman los grupos de Boedo y Florida y éste último considera a Güiraldes un maestro. Se publica “Martín Fierro”, revista emblemática , en la que colaboran los más destacados autores y donde también lo hará Ricardo Güiraldes. En 1924 se funda “Proa” dirigida por Borges, Brandán Caraffa, Rojas Paz y posteriormente también Güiraldes, quien participa tanto allí como en “Valoraciones” y la mencionada “Martín Fierro” de manera entusiasta.
En esa época, Güiraldes reside alternativamente en Paraguay 577 y en “La Porteña” Por breve tiempo tiene como secretario a Roberto Arlt, quien le lee los capítulos iniciales de su primera novela El juguete rabioso, obra que Güiraldes le ayuda a pulir literariamente y que se publicará el mismo año que Don Segundo Sombra.
Ante un pedido de “Martín Fierro” publica allí un artículo sobre el “ser” argentino en el que afirma la confianza plena de su autor en el mismo. Su artículo, que justifica la aparición de “Proa” destaca la herencia cultural de Europa y su convicción universalista sobre la cultura en general. En ese tiempo está, a la vez, concluyendo Don Segundo Sombra.
La revista “Proa”, considerada por algunos como un precedente de “Sur”, cierra su ciclo en agosto de 1925, cosa que Güiraldes lamenta profundamente como lo declara ante sus pares y en su correspondencia a Valery Larbaud.
En marzo de 1926 termina Don Segundo Sombra que se publica de inmediato. La novela fue escrita en un libro de comercio y quienes, como Borges, la leyeron antes de publicarse le auguraron éxito. El segundo capítulo en el que aparece el personaje principal fue publicado en “Martín Fierro” y la primera edición estuvo a cargo de “Proa”. La obra tuvo un éxito rápido y rotundo. Leopoldo Lugones la comentó en el suplemento cultural de “La Nación”y “Martín Fierro” le dedicó un número de homenaje. El mismo Güiraldes se asombra de la recepción que su obra tiene en el público. Escribe a Larbaud: “Me palmean todos los días. No veo sino sonrisas que están conmigo y que son casi yo mismo. Don Segundo lo hemos escrito entre todos. Estaba en nosotros y nos alegramos de que exista en letra impresa.”
En 1927 Ricardo Güiraldes y su esposa viajan a París con intención de continuar luego viaje a la India cuya espiritualidad admiraba Ricardo. Pero han aparecido síntomas de enfermedad en el escritor que se manifiestan severamente en Europa. En agosto de 1927 recibe el diagnóstico: cáncer en la garganta.
El 5 de octubre llega a París la noticia del Premio Nacional de Literatura otorgado en la Argentina a Don Segundo Sombra. Tres días después, el 8 de octubre, muere Ricardo Güiraldes en la capital francesa acompañado por Adelina, dos jóvenes de “La Porteña” que le acompañaban en el viaje y sus amigos franceses.
Sus restos llegan a Buenos Aires el 27 de noviembre y son recibidos por el presidente Alvear. Son trasladados y enterrados en San Antonio de Areco. Cerca de su tumba yacen también los de don Segundo Ramírez.
OBRAS DE RICARDO GÜIRALDES
El cencerro de cristal
Es la primer obra de Ricardo Güiraldes, donde el verso y la prosa se van alternando, predominando ésta última. Si bien Güiraldes aporta allí algunas novedades en cuanto a estilo, sus innovaciones suelen tener cierta candidez de principiante. Así es como utiliza numerosas metáforas muy elaboradas y de expresa complejidad. Esto, unido a muchas manifestaciones modernistas, declinantes desde principios del siglo XX, lo aleja de las expresiones poéticas en boga al publicarse El cencerro, como las fieles descripciones de Carriego, de hondo sentimiento, el sencillismo de Fernández Moreno y la inspirada y temperamental poesía de Almafuerte, lo que provoca que el libro de Güiraldes no obtenga el favor de sus contemporáneos al momento de publicarse.
Posteriormente la corriente ultraísta lo cita como un antecedente de relevancia surgido en un ambiente todavía inmaduro para apreciarlo. Pero lo cierto es que la indiferencia de pares y público con que El cencerro fue recibido causó a su autor una fuerte decepción y lo llevó a que lo calificara de “coherente y múltiple fracaso”.
Cuentos de muerte y de sangre
Publicados junto con El cencerro de cristal,
y a pesar de su notoria diferenciación con lo que aquél literariamente
expresaba, tampoco los Cuentos tienen buena recepción.
Algunos ya los había publicado, por mediación
de Horacio Quiroga en la revista “Caras y Caretas”. De ellos dice
su autor: “Son en realidad anécdotas dichas y escritas por cariño
a las cosas nuestras”. Dentro de la obra de Güiraldes, los Cuentos
de muerte y de sangre pueden señalarse como el primer antecedente
de sus trabajos más importantes.
Los primeros cuentos, breves y basados en ideas simples,
lineales, relatan en forma sucinta, algún acontecimiento completándolo
en pocas páginas, como en Nocturno, Mala bebida, El
zurdo, etc, todos de ambiente rural. Entre ellos se cuenta Al rescoldo,
más elaborado y donde aparece por primera vez el personaje de don Segundo
haciendo un relato de fogón a pedido de los paisanos que lo acompañan,
como sucederá luego en Don Segundo Sombra.
Los
relatos posteriores de la Trilogía cristiana están construidos
con una prosa más densa y artificiosa que los vuelven ajenos al espíritu
que animaba a los primeros.
La indiferencia general ante la publicación de los Cuentos y El
cencerro hacen que Güiraldes arroje a un pozo en “La Porteña” la
casi totalidad de los ejemplares editados.
Raucho
Ricardo Güiraldes comenzó a escribir los borradores
de ésta, su primera novela, durante su viaje de 1910 a Europa y Oriente,
más específicamente en la escala que hace en Granada y se los
conoció al principio entre sus relaciones como “El cuaderno de
Ricardito”. Recién les dará forma definitiva en 1917 año
en que se publica la novela.
En Raucho están presentes muchos de los
rasgos que, más elaborados, caracterizarán años más
tarde a su Segundo Sombra. En efecto, el tema de la vida en el campo bonaerense,
con sus paisajes, personajes, labores y costumbres particulares, así como
la terminología empleada con numerosos vocablos propios de la campiña
rioplatense, prueban el vasto conocimiento que Güiraldes tenía
de ella.
La historia de Raucho es sencilla: hijo de un estanciero
ama la vida y las tareas en el establecimiento de su padre cuya rudeza y el
sacrificio que implican las asume como una “lección de vida”.
Son de destacar las imágenes que nos brinda de las distintas estaciones
del año, la invasión del campo por una manga de langostas y otras.
Luego, tentado por la vida mundana se traslada a Buenos
Aires donde hace vida de “chico calavera”, alcanzando luego sus
propósitos cuando su padre accede a enviarlo en viaje a París.
La ciudad lo fascina desde su llegada y un compatriota lo lleva a conocer el
París nocturno.
Lo que sigue es previsible: amores y placeres se suceden
continuamente. El jugar desenfrenadamente lo hace agotar su dinero y reclamar
a su padre la herencia materna que le corresponde y también despilfarra
en el juego. Desesperado, reniega de París y cuanto esta ciudad
le ha significado. Cae en un delirio del que lo rescata Rodolfo, un antiguo
amigo de viaje en París quien salda sus deudas, lo trae de regreso a
su patria y lo deja de encargado en su propia estancia. Allí Raucho
se siente redimido de los vicios que lo llevara a la miseria y la vergüenza,
ya que se encuentra con lo que siempre amó: la tierra que lo cobijara
en su infancia y juventud.
Dos trabajos no publicados
El mismo año
en que se edita Raucho,
Ricardo Güiraldes escribió lo que denominó “un capricho teatral”.
Era una breve obra de teatro en un acto que tituló El reloj y
que es en gran medida una reacción contra su clase social. Trata de
una familia tradicional que ha reemplazado valores éticos por prejuicios
en boga y para quienes impera lo convencional. Su esposa, Adelina, lo disuadió de
publicarla.
También por entonces, junto a su amigo González
Garaño, trabajó en un ballet, Caaporá inspirado
en la leyenda del urutaú. Güiraldes escribía el libreto,
en tanto su amigo realizaba los bocetos. Cuando Nijinsky llega a Buenos Aires
por segunda vez logran entusiasmarlo y acuerdan reunirse en Suiza con él
para ajustar detalles y encargar la música a Stravinsky. La posterior
enfermedad de Nijinsky frustraría esos planes.
Rosaura
En 1919, Ricardo Güiraldes publica su novela Rosaura enla
revista “El cuento ilustrado” que dirige Horacio Quiroga y a pedido
de éste. En la revista se la denomina Un idilio de estación .
Esta novela , escrita en pocos días, está dedicada a Lolita única
hermana de Ricardo y muy querida por él. Se trata, como dice el mismo
Güiraldes de una obra intencionalmente tierna, cursi, melancólica
… La niña que se suicida por el mocito hermoso y cruel”.
Es de elemental argumento: una joven de pueblo se enamora de un forastero que
ve en el tren. Luego entre ellos se desarrolla una relación platónica
que frustra el padre del mozo, importante estanciero de la zona , quien decide
que no prospere. Después de un tiempo, la muchacha descubre al joven
en el tren junto a otra mujer. La desilusión y el sentimiento de abandono
la llevan al suicidio que concreta arrojándose bajo el tren.
Aunque de importancia menor en la producción de Güiraldes, la novela
conserva de alguna forma su constante de oponer la rivalidad entre el campo
y la ciudad y las características que diferencian a los personajes según
provengan de uno u otro medio. La publicación de Rosaura se
produjo recién en 1922.
Xaimaca
En 1916 y 1917 Ricardo Güiraldes y Adelina
del Carril viajan por el Pacífico hasta Jamaica en compañía
de Alfredo González Garaño y su esposa. Las impresiones recibidas
durante el viaje van siendo registradas por Güiraldes y serán esas
notas la
base sobre la que más tarde desarrollará su obra Xaimaca (antiguo
nombre de Jamaica) que será publicada en 1923.
Xaimaca es el relato de la particular relación
que surge entre Clara Ordóñez y Marcos Galván quienes
se conocen cuando realizan un viaje a Chile en ferrocarril y que desde allí se
continuará en barco hasta las Antillas. Clara Ordóñez,
casada y separada de su esposo, viaja en compañía de su hermano
y Marcos, fuertemente atraído por la mujer se acopla en Chile al itinerario
de aquellos alentado por el mismo hermano de Clara.
La obra se limita a contar lo que va ocurriendo entre los
tres viajeros, especialmente en la relación entre Marcos y Clara, cuya
mutua atracción va en aumento, intercalando además bellas descripciones
de los paisajes por que transita su recorrido. Hacia el fin del viaje, el hermano
de Clara advirtiendo lo que sucede se interpone entre ambos y Marcos decide
abandonar la relación que amenaza plantear, en especial a Clara, serios
problemas en su vida social y familiar. El platónico enamoramiento concluye
melancólicamente.
En Xaimaca Güiraldes se deja llevar, más
que en sus otras obras, por la fuerte atracción que ejercen en él
las imágenes, así como las impresiones que éstas producen
en su ánimo, por lo que las va intercalando en el relato lineal, el
cual, limitado de acción en sí mismo, se ve colmado por un lirismo
que excede el que conviene a una estructura novelística. Estructura
que, como veremos, Güiraldes manejará acertadamente en Don
Segundo Sombra.
Valery Larbaud y Jules Supervielle le elogian su musicalidad
y la belleza de las imágenes que transmite, en tanto que Pablo Rojas
Paz la considera “la obra más europea de Ricardo Güiraldes,
donde cuajan todas las técnicas de última hora”. Por manifestaciones
del mismo autor se sabe que le costó concluirla según su proyecto
y al darla a la imprenta le escribe a Valery Larbaud: “Estoy harto de
ella, me aburre como una querida vieja…” Todo el empeño
puesto en Xaimaca no alcanzaba a satisfacerlo.Don Segundo Sombra
No es fácil
hablar de Don Segundo Sombra.
Mucho y muy bien se ha dicho sobre esta obra emblemática de la literatura
argentina. Por lo tanto, sin pretender hacerlo de una manera exhaustiva ni
mucho menos original, intentaremos comentarla de modo que resulte, al menos,
actual y comprensible a quienes ahora se acerquen a ella.
A no ser por Don Segundo Sombra, la obra literaria
de Ricardo Güiraldes sería de dudosa memoria. Tal vez fuera actualmente
un autor remoto, sólo frecuentado por eruditos o historiadores de nuestra
literatura. En cambio, por ella ha tenido desde su publicación un amplio
y general reconocimiento.
Esto no es difícil de comprender si se indaga el
sentido que para el propio autor tuvo toda su obra. Vista en conjunto, la producción
literaria de Ricardo Güiraldes es una búsqueda constante de la
creación que lo represente auténticamente en sentido y forma.
De allí los tanteos y ensayos que hemos visto al considerar sus anteriores
escritos, cada uno de los cuales comporta un intento de alcanzar ese propósito
y sobre los cuales,
en oportunidades, ha dejado caer sus propios juicios disconformes.
En Don Segundo Sombra, esas tentativas, en razón
de haber dado con el tema que puede manejar con excepcional destreza y
alcanzado a la vez su propia madurez literaria para abordarlo, se conjugan,
se ordenan finalmente y el resultado es una obra magistral. A tal punto que
se ha dicho a propósito de ella y de Ricardo Güiraldes que nunca
un escritor argentino ha recibido por una sola obra semejante cantidad de juicios
y críticas, la inmensa mayoría obviamente elogiosos
En el relato se integran con singular armonía el
atinado vocabulario, la pintura veraz de los personajes, los diálogos
escuetos y las descripciones vívidas y exactas cuyas metáforas
se ciñen al espíritu del texto sin desbordarlo. El tema y los
personajes definen el estilo como si guiaran al autor; no dan espacio, como
dijera el propio Güiraldes “a perfeccionar la expresión”,
añadiendo enseguida “he dejado que el tono sea el de un simple
relato.”
El argumento es sencillo. lineal. y relatado en primera
persona. Fabio Cáceres, un hijo natural que desconoce su origen y hasta
su nombre, vive con dos tías solteras que hostigan su adolescencia.
Su vida es sólo sazonada por sus idas al pueblo y las relaciones que
entabla con la gente de allí a quienes divierte con su ingenio. Pero
ya en el segundo capítulo se cruza con un gaucho que le causa profunda
impresión. Es don Segundo Sombra, excepcionalmente descrito, cuyo conocimiento
precipita un cambio radical en la vida del muchacho quien, con sus catorce
años, decide seguirlo en busca de otra existencia para sí: la
del verdadero gaucho. Se conchaba en la estancia a que va don Segundo y logra
salir con él y otros hombres en el primer arreo de ganado que se presenta,
comenzando así su vida de resero.
Aunque dirá más adelante que don Segundo lo
ha llevado como a un abrojo prendido en su chiripá, es notorio que aquél,
interiormente, acepta ser su guía en el aprendizaje de la vida campera
en que el joven se empeña. Cinco años después hace un
bello inventario de lo vivido y aprendido junto a quien llama su “padrino”.
Allí Güiraldes enumera las labores en que el gaucho es ducho (arreos,
domas, cuidado de lo suyo y de sus animales, etc.), así como el orgullo
de desempeñarlas con baquía y aceptando animoso el sacrificio
que implican. Ello deja el concepto ético de trabajo y lucha, de no
dejarse vencer por las dificultades de la existencia aunque sean las más
duras.
Llega después súbitamente la inesperada herencia
que lo transforma en un hombre rico, de lo cual recela en principio por temor
de que, el aceptarla signifique perder su condición de gaucho en la
que siente residir su dignidad de hombre. Los consejos de don Segundo y de
su tutor y la franca amistad con el hijo de éste, hacen que acepte su
nueva situación.
Don Segundo se queda con él tres años en la
estancia heredada, pero luego “resultaba ya imposible retenerlo” y
en consecuencia se marcha. Fabio lo acompaña un trecho, se despiden
como siempre y el alejamiento de don Segundo da lugar a los hermosos párrafos
finales del libro.
La obra, al crear un arquetipo, supera los límites
locales y alcanza una dimensión humana universal y comprensible a quienes
accedan a ella. Empero el arquetipo y su medio ya no se corresponden totalmente
con la realidad en el momento que Don Segundo se publica. Al respecto dice
Jorge Luis Borges: “Ricardo Güiraldes cantó lo que fue, lo
que pudo haber sido, su don Segundo Sombra, no lo que era cuando él
redactó su elegía”. De tal forma que la novela no es sólo
una simple acumulación de recuerdos, sino la particular recreación
que Güiraldes hace de ellos y el carácter vital que les imprime,
lo cual, literariamente, es acreedor de todo elogio.
Publicaciones póstumas.
Luego de la muerte de Ricardo Güiraldes, se publicaron varios libros de poemas que había escrito y que no había publicado como tales. Dichos trabajos habían permanecido inéditos hasta que su viuda, Adelina del Carril, decidió editarlos. No se diferencian mayormente entre sí en materia de estilo, lo que es explicable vistas la fechas en que fueron escritos así como la recurrencia expresiva del autor. A continuación haremos breves referencias a cada uno.
Poemas solitarios.
Se editaron en 1928, tres de ellos ya habían sido
publicados en “Proa”, como señalamos anteriormente. Están
fechados en “La Porteña” en 1921, 1922 y 1924. Todos ellos
remiten a la soledad espiritual ante la naturaleza, los demás y la propia
existencia.
Poemas místicos.
Editado también en 1928. Es muy breve ya que consta
solamente de cuatro poemas. Únicamente en el cuarto, hace mención
de Dios, lo que los muestra más personales que propiamente religiosos.
El sendero.– Notas sobre mi
evolución espiritualista
en vista de un futuro.-
Redactado en forma de poemas y en prosa, se editó en
1932. La mayoría de los trabajos tratan sobre la filosofías y
orientaciones espirituales de Oriente (en especial de la India) por las que
Ricardo Güiraldes tenía gran inclinación (yoga, brahmanismo,
meditación, contemplación) y contiene a veces comparaciones con
escritores y pensadores occidentales, aunque no en forma orgánica. Estas
notas, como el autor las llama, fueron escritas desde 1915 o 1916 hasta 1927.
El libro bravo.
Edición de 1936. También
muy breve, contiene cuatro poemas en prosa de pocos párrafos que manifiestan
siempre lo que el autor siente y necesita comunicar al momento de escribirlos.
Pampa.
Edición de 1954. Los seis poemas que contiene llevan
los siguientes títulos: Pampa, Poema, Me voy, El río, Tropa
y Benteveo. Los temas coinciden con sus títulos y las imágenes
que ellos despiertan en el autor. Fueron escritos en 1913, 1920, 1922 y 1925.
Poemas.
Se trata de trabajos diversos que figuran en sus Obras Completas,
seguramente reunidos allí por su compilador, el poeta Francisco Luis
Bernárdez, extractados de algunas publicaciones en las que Ricardo Güiraldes
colaborara o facilitados por amigos o familiares del autor. Contiene poesías
breves, algunas en rima asonante y una serie de poemas llamada Cuadros
de la ciudad. También aparece el poema Cangrejal.
Seis relatos.
Aparte de los poemas arriba aludidos, aparece en las Obras
Completas un tomito editado en 1929 con este título. Casi todos ellos
tienen bastante similitud con los Cuentos de muerte y de sangre. La
edición incluye un poema de Alfonso Reyes dedicado a Ricardo Güiraldes.
Otros escritos.
Completan las obras de Ricardo Güiraldes los Estudios
y Comentarios que son artículos que fueran publicados en “Martin
Fierro”, “Proa”, “La Nota” y otras con que colaboró y
son de temas variados y sobre personajes de su tiempo. A éstos siguen
sus Notas y Apuntes, también de temas diversos y su
copioso Epistolario, de gran interés, en particular el dirigido
a otros intelectuales y en el que suelen reflejarse sus sinceros juicios sobre
los trabajos propios y ajenos.
José Luis Toledo