“Yo nací, amigo mío, el 4 de diciembre de 1818 en esta tierra, que por ironía de lo que había de ser más tarde, se llamó Buenos Aires.
“Ese año debió ser de seca y ese día de vigilia pues nací enfermizo y con una propensión a comer bien que no se me ha quitado todavía; y debió ser año de quiebras, pues he vivido siempre en una completa bancarrota.”
Así comenzaba José Mármol su autobiografía en una carta enviada a Juan María Gutiérrez, que se conserva en la Biblioteca del Congreso. Su nombre completo era José Pedro Crisólogo, de acuerdo a la fe de bautismo de la Parroquia de la Catedral Norte que, por otra parte, señala al 2 de diciembre como fecha de su nacimiento. Fueron sus padres don Juan Antonio Mármol y doña María Josefa Zavalera, nacida en Montevideo.
Mal estudiante, confiesa él mismo que siempre tuvo aversión a los maestros, hasta que, en 1835, tras la muerte de su madre, sufre un cambio y logra ingresar en la Universidad en 1836 en el curso de filosofía. Sus actividades políticas antirrosistas hacen que sea apresado en 1839 y permaneciera encerrado 23 días, sujeto por dos barras de grillos en un calabozo, donde, según cuenta, con palitos de yerba carbonizados escribe sus primeros versos contra Rosas. En octubre de 1840 fueron a buscarlo a su casa, quizás para matarlo, por lo que se ocultó y días más tarde emigró a Montevideo.
Fue el suyo un destierro fecundo. Poeta de fácil y acertada versificación, recibió en 1841 un accésit de poesía por su canto “Al 25 de Mayo de1841”, que sería superado por el que compuso dos años después:”A Rosas el 25 de Mayo de 1843” en el que sus dicterios contra el tirano alcanzan una fuerza tal que hacen decir a Sarmiento: “Este es el poeta de la maldición y sus versos son otras tantas protestas contra el mal que triunfa…” y del que opinaría tiempo después el gran polígrafo Marcelino Menéndez y Pelayo: “No creo que se hayan escrito versos m,ás feroces contra persona alguna…” Esto hizo que siempre se lo considerara como un poeta de la imprecación y sus elevados poemas líricos fuesen poco tenidos en cuenta, pese a que es suyo el más elevado poema largo de su tiempo: “Cantos del Peregrino”, escritos en el viaje que inició desde Río de Janeiro hasta Valparaíso en el navío “Rumana”.Ellos se inspiran en las escenas de su viaje con notable vuelo lírico, incluyendo las tormentas que casi hacen zozobrar al barco que debe volver a Río antes de doblar el Cabo de Hornos. Seis de los doce cantos se publicaron en Montevideo en 1847 y los otros posteriormente. En 1851 reunió sus composiciones líricas más personales en el libro “Armonías” que también se publicó en el Uruguay.
Aparte de su poesía había escrito y estrenado dos dramas en verso en 1842, pero se nota en ellos que la creación teatral no era lo suyo, de modo que la abandonó.
También fue Mármol destacado periodista, de intensa actividad durante su exilio. Colaboró con “El Comercio del Plata” dirigido por Florencio Varela y con el “Nacional” de Lamas, luego escribió en “Muera Rosas” y “El Guerrillero”. En Río de Janeiro publicó artículos en el “Ostentor Brasileiro”. Luego fundó sus propios periódicos, “El Album” y “El paquete de Buenos Aires”. Su actividad como periodista continuó a su regreso a la patria.
Pero lo más destacado y perdurable de su obra es la novela Amalia, cuya primera parte se publicó en 1844 y la segunda años después. En ella el autor arma un cuadro histórico, casi documental, que supera largamente el cuadro costumbrista usual en los escritores románticos, manejando hábilmente cantidad de situaciones y personajes y, pese a que suele cargar las tintas en su condena al régimen rosista, es una excelente descripción del ambiente de la época. Amalia está considerada con justicia la primera novela argentina.
Después de Caseros Mármol vuelve a Buenos Aires. Ocupa varios cargos importantes, entre ello diversos de origen legislativo, como senador y diputado y el muy particular de agente confidencial de Buenos Aires cerca del emperador del Brasil y ante el gobierno del Uruguay.
A partir de 1868, Mármol fue director de la Biblioteca Nacional hasta que, por pérdida de la visión, se alejó de ella y de toda otra actividad, falleciendo en Buenos Aires en 1871.
José Luis Toledo