Nació en la ciudad de Salto, República
Oriental del Uruguay el 31 de diciembre de 1878. Su padre era el vicecónsul
argentino dicha ciudad.
En 1897 comienza a colaborar con revistas de
Salto y tiene un grupo de amigos con inquietudes literarias con quienes en
1899 inicia la publicación de la “Revista del Salto”.
En 1901 aparece Los arrecifes de coral su
primer libro con poesías, prosas líricas y cuatro cuentos. En
1903 su cuento Rea Silvia es el comienzo de su prolongada colaboración
con la prensa porteña.
Acompañando a Lugones como fotógrafo
en 1905 conoce las ruinas de San Ignacio y el ambiente selvático lo
cautiva, al punto de vender sus bienes e instalarse en el Chaco. A la vez concluye
su etapa modernista al escribir El crimen del otro. Fracasa su emprendimiento
y, de regreso en Buenos Aires, dicta cátedra de literatura en el colegio
Normal No 8 y publica Los perseguidos en “Caras y Caretas”.
A poco de casarse, en 1909, se establece en
Misiones siendo allí juez de paz y oficial del Registro Civil. En 1911
nace su hija Eglé y en 1912 su hijo Darío. Tras el suicidio de
su esposa Ana María regresa a Buenos Aires donde obtiene en 1917 un
cargo en el consulado del Uruguay. Reúne algunas de sus narraciones
y las publica como Cuentos de amor, de locura y de muerte, que son
muy bien recibidos por la crítica. Luego vendrán Cuentos
de la selva, 1919, El salvaje, 1920, Anaconda, 1921,
El desierto, 1924, veintisiete cuentos en “Caras y Caretas” en
1925, algunos de éstos para niños. En 1925/26 se publican La
gallina degollada y Los desterrados que contienen sus relatos
más maduros y mejor logrados.
En 1927 se casa con Elena Bravo, bastante más
joven que él y en 1928 nace su hija Pitoca. Asciende en su carrera consular
y en 1932 decide volver a Misiones con su familia. En 1935 publica El más
allá con cuentos de distintas épocas. En 1936 se jubiló y
debido a las constantes disputas con su esposa, ésta decide volver
a Buenos Aires. Horacio queda solo en Misiones y poco después, sintiéndose
enfermo, regresa también a Buenos Aires y se interna en el Hospital
de Clínicas. Tras un tiempo de internación, enterado de su dolencia,
cáncer gástrico, se suicida en el mismo hospital en febrero de
1937.
Los inicios literarios de Quiroga estuvieron
influenciados por el modernismo de Lugones y Darío, pero esta etapa
concluye como ya dijimos, cuando escribe El crimen del otro, inspirado
en la lectura de Edgar Allan Poe. En adelante, los relatos de Quiroga seguirán
casi siempre las reglas del autor estadounidense para la confección
del cuento. Esto significa que el relato debe escribirse en función
de su desenlace y cerrar en sí mismo su sentido. En esta construcción
Quiroga es, sin duda, un maestro, que nos dejará más de doscientos
cuarenta cuentos escritos a lo largo de su vida.
Lector incansable, Quiroga admiró a Maupassant,
Chejov, Kipling y otros grandes cuentistas del siglo XIX, con quienes sus contemporáneos
lo compararon muchas veces, al punto que, al morir, un diario publicó a
toda página la noticia, encabezándola “Ha muerto nuestro
Rudyard Kipling”. Lo más destacado de su producción son
sus cuentos ambientados en la selva misionera misionera, donde una naturaleza
salvaje acaba en muchos casos doblegando al hombre. Allí sus personajes,
fracasados o aventureros, trabajadores o comerciantes, alcohólicos o
delirantes, integran una curiosa y rica galería de tipos humanos en
situaciones a menudo extremas.
Tanto por su concepción como por el tratamiento
que da a sus relatos, Quiroga significa el advenimiento de la modernidad a
la literatura rioplatense, cuya extensa y valiosa cuentística posterior
es, en gran medida, deudora del genio de este particular escritor.
José Luis Toledo